lunes, febrero 10, 2014

La libertad interminable





La libertad interminable

Joe Haldeman.

Edhasa.

Con un gran retraso, de nada menos que 14 años, se publica en España, de la mano de Edhasa, la continuación directa de la ya mítica y clásica La Guerra Interminable escrita por Joe Haldeman en 1974. En esa apasionante novela, Haldeman traspolaba su experiencia de soldado en Vietnam a una guerra en el espacio entre la humanidad y una civilización denominada Taurina. La incapacidad de comunicarse entre las dos razas ocasionó la guerra y sólo cuando fue desarrollada una conciencia única entre humanos clónicos  pudieron llegar a comprenderse y a terminar con la guerra.

En esta novela Haldeman nos sitúa veinte años después del final de la primera. Los protagonistas, Wilson Mandella y Marygay Potter, viven con sus hijos en Dedo Medio, un planeta bastante desagradable con un invierno terrible. El Hombre y El Taurino creen que deben preservar la variedad genética de los humanos y mantener a los últimos humanos en condiciones de procrear. La disconformidad con la vida en el planeta y los enfrentamientos directos con Hombre hace concebir a los humanos, veteranos de la guerra, un plan para robar una nave espacial y volar en un viaje relativista para volver miles de años después y ver como ha evolucionado todo. Pero el viaje se complica y… no puedo adentrarme más en la trama para no desvelar nada más y privarles de las sorpresas que el autor nos ha preparado.

Es indudable que la comparación con la primera parte es lo primero que el lector va a hacer. Y, seguramente, saldrá perdiendo esta nueva novela en detrimento de la primera. Pero sería del todo injusto compararlas punto por punto ya que ambas comparten sólo los protagonistas y un escenario similar. En todo lo demás son completamente diferentes. Centrándonos en La libertad interminable hay que comentar que se trata de un space opera más comedido que su predecesora en la que nos encontramos como tema fundamental la imposibilidad de comunicación entre diversas inteligencias. Si la guerra interminable se produjo precisamente por la incomprensión entre dos razas, en este caso se vuelve a repetir la premisa porque los humanos supervivientes y el Hombre, además de los Taurinos, no comparten una misma comprensión. Sus objetivos son completamente diferentes y eso provoca choques entre las dos sociedades. Mandella y Marygay se encuentran estancados  sin esperanzas en este estado extraño. La decisión de abandonarlo y lanzarse a la aventura es consecuente con el desarrollo de las personalidades de los protagonistas que ya observamos en la anterior entrega.


La aventura, y es una pena, se complica en el último tercio de la misma sin que lo ofrecido sea coherente con el original entorno de amabas novelas. El final es un tour de force que, a mi juicio, parece incoherente con el universo creado. Es una solución de deus ex machina que resulta graciosa, eso sí, pero que a mi me ha defraudado. Pese a  este final abrupto, la novela es interesante de leer, aunque es recomendable haber leído antes la novela de la que es continuación. 

Rafael Marín, traductor de este libro, ha respetado la nomenclatura de la anterior traducción incluyendo la de taurinos, que a mi siempre me ha resultado bastante rara por la identificación de la palabra con los aficionados a los toros. En el  original la raza extraterrestre se taurons. ¿No habría sido más correcto traducirlos por taurones o tauranos?  En fin, cosas curiosas del mundo editorial.


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