martes, marzo 26, 2013

Cuerpos descosidos


Cuerpos descosidos
Javier Quevedo Puchal
NGC Ficción
Pilar Barba, editora en jefe de NGF Ficción, no deja de acertar con la selección de títulos que está realizando para las colecciones temáticas de la editorial. Cuerpos Descosidos es la segunda novela que se encuadra en la colección terror y que supone un giro absoluto con respecto a la excelente Necróparis que ya me sorprendiera gratamente hace unos meses. La novela de Javier Quevedo tiene un registro muy diferente, yo ni siquiera la calificaría de novela de terror pues se aleja mucho de lo que habitualmente estamos habituados a encontrarnos en el género. Si debiéramos de etiquetarla se podría definir como una novela “desasosegante” ya que somete al lector a una constante sensación de ligero malestar con las historias que se nos muestran.  Efectivamente, son tres historias deferentes las que el autor nos muestra. Historias sin una aparente cohesión entre las tres, aunque muy relacionadas por ese desasosiego y porque los personajes tienen en común el poseer todos una atracción, con diferentes formas de manifestarse, hacia el daño físico en una tendencia sado-masoquista encubierta.
Las tres historias tienen un protagonista diferente en cada una. Lucio, de profesión chapero,  Eva, una mujer “maltratada”,  y un tercer personaje, que permanece oculto en casi toda la narración, que escribe un diario. El pegamento que une las tres historias no es otro que el personaje de La Papisa, alma mater del espectáculo en el Cabaret de los Pecados, en el que “espían” sus pecados los espectadores que asisten al mismo. La Papisa es una empática, capaz de “purgar” las penas de los demás, pero a costa de un terrible precio como es el de las manifestaciones estigmáticas en su cuerpo de esos pecados o penas. Literalmente es como un Cristo redentor que se deja “matar” para salvar a los demás. Y he elegido la comparación con Cristo, porque la novela estás impregnada de cristianismo, no específicamente bendecido por el autor, pero si con múltiples referencias al mismo, y sobre todo en el concepto más integrista del pecado y de su redención por la penitencia.

El desenlace, que no revelaré como es lógico, muestra una cohesión de la historia en un todo que cierra las “heridas” de la lectura en algunas ocasiones dispersa. Y es que el mantener tres escenarios e historias diferentes puede desconcertar al lector que debe acostumbrase a los cambios en una historia no lineal y con saltos temporales. Ese desenlace revela algo que se puede sentir a lo largo de las páginas precedentes y, como diría el coronel Kurtz, no es otra cosa que el “horror”. Ese horror que nos sacude cuando se sobrepasan, aparentemente, los límites de lo que parece que tiene que ser un comportamiento humano. Es horror que está presente en obras como “El niño de los coroneles”  de Fernando Marías o “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad. Es un horror mundano, un horror que puede suceder, que es creíble y  por eso resulta mucho más inquietante. Sin duda la novela tiene connotaciones típicas del corpus de la literatura fantástica, pero no son lo fundamental en la trama, aunque sí necesarias para su desarrollo. Es en el final donde el autor cierra perfectamente la trama, en un desenlace que sorprende en parte. Al menos yo esperaba algo diferente a lo que se nos muestra. Pero una vez analizado el final mas fríamente, veo que realmente es el que se podría esperar y que las acciones de los personajes están medidas y para que el desenlace sea el que es y no otro. Por supuesto tendrán que leer esta novela para saber qué es lo que se oculta en el fondo del alma de estos personajes. 
No puedo menos que recomendar, una vez más, su lectura y poner en valor a este, relativamente, desconocido autor. Los lectores harían bien en no perder de vista a Javier Quevedo. Sospecho que nos deparará alguna que otra alegría literaria en el futuro.
Publicado originalmente en la revista ScifiWorld  
© Alfonso Merelo 2011-2013

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